La lana tiene más usos que simplemente servir como cubierta en el interior de nuestros abrigos. Una de sus mayores aplicaciones proviene de la grasa que la recubre. Se trata de una sustancia natural producida por las glándulas sebáceas de una oveja. Su uso en el caso de los animales es proteger su piel y pelaje de las duras condiciones climáticas. Sin embargo, su uso en los seres humanos es mucho más versátil y se demuestra en una gama de productos cotidianos.

Si esta grasa es de una calidad lo suficientemente alta, entonces se puede utilizar en productos hidratantes, suplementos alimentarios para animales, tratamiento del cuero, productos anticorrosivos e incluso como suplemento de vitamina D.